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sábado, mayo 29, 2004

Todo lo que está en mis manos fue tuyo. Mi corazón callado, mis labios que se pegaban en tu boca, los dedos perdiéndose en ti. Lo perdiste, si, igual que los niños pierden la moneda que aparece bajo la cama. Con la diferencia que el niño sabe que es su culpa... y tú sigues queriéndolo todo. El niño deja de distraerse, tú sigues dispersa.

Ya nada es tuyo.