En este cable te tengo un instante.
Allá, lejos, en el desierto del vientre de tu madre, eres distante y deseable. Pero sobre todo, solitaria e impenetrable.
En esa lejanía, cierto es que no te tengo, tan cierto como que eres también de nadie.
Puedes pensarle, puedes soñarle, pero él no puede tocarte. Cuando vuelvas, tal vez sus brazos te abarquen; ahora sólo mi voz puede estrecharte.
Quizá sólo un susurro sea de este encuentro la clave.
Ya mi llanto será un grito cuando vuelvas a encontrarle.
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