Para no decir lo que siento,
escribiré sobre tu piel amarilla que se funde con el sol.
Sobre tu entusiasmo que se enciende (y se pierde) a cada rato.
Claro que si.
Claro que no.
El peligroso relato se detiene también en tu voz
y en tus lunares visibles
y en tus preguntas al por mayor.
Ahora que me dejes un poco,
servirá para pensar mejor.
Hacerte poesía es quizá
alivio y flagelación.
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